Muñecas rotas, de James Carol. Otro buen título negro.

Muñecas rotas. De James Carol. Serie Jefferson Winter

Muñecas rotas. De James Carol. Serie Jefferson Winter

El escritor escocés James Carol (1969) firma esta novela, Muñecas rotas, que irrumpe en el panorama negro con bastante éxito. Los habituales del género, que somos unos cuantos y hemos leído ya todo lo leíble, pueden anotar esta nueva propuesta. Y sobre todo por un nuevo personaje que añadir a la larga lista de investigadores brillantes: Jefferson Winter.

La acabé anoche y no me ha durado ni una semana. El primer día cayeron más de 150 páginas del tirón, que suele ser muy buena señal de ritmo y adicción a la historia. Nada mejor que rematar el mes de los muertos con la sensación de que puede haber maldad, locura y horror peores que la muerte

Sinopsis

Jefferson Winter no es nada corriente. Ni como investigador ni como persona. Con un coeficiente de inteligencia muy por encima de la media y una intuición prodigiosa, resulta ser hijo de uno de los más famosos asesinos en serie de Estados Unidos. Se ha pasado la vida intentando distanciarse de la terrible herencia de su sangre y pone todo su empeño en perseguir a los que son como su padre. El comienzo de la novela muestra muy bien de qué manera está marcado por esa sangre.

Tiene una carrera fulgurante y exitosa en el FBI como experto en perfiles psicológicos. Pero lo deja por sus poco ortodoxos métodos. Así que se dedica a viajar para ayudar a distintos cuerpos policiales a resolver los casos más complicados.

Esta vez es en Londres. Un inspector de Scotland Yard al que ya conocía lo llama para resolver un espeluznante caso que tiene desconcertados a todos: un psicópata ha secuestrado ya a cuatro mujeres, a las que tortura durante meses. Las deja libres, pero antes se asegura de que no puedan contar nada con un sistema especialmente cruel: les practica una lobotomía. Winter tendrá que usar su privilegiada inteligencia para atrapar al criminal antes de que pueda destrozar a otra mujer.

Jefferson Winter

Dentro de la extensa galería de investigadores, detectives, inspectores y policías de todo el mundo es reconfortante encontrarse aire fresco. Winter, además, lo lleva en ese apellido. Y en el pelo: blanco como la nieve desde su adolescencia. Solía vestir traje, impolutas camisas blancas y corbata, o sea, el uniforme típico de agente del FBI. Pero ahora es de vaqueros, camisetas, calzado cómodo, cazadoras y abrigos (ejem… Me quiere sonar a alguien). Lo pasa mal con el frío y Londres está bajo un gran temporal de nieve antes de Navidad.

Carol consigue la inmediata cercanía a su personaje gracias a una primera persona narradora de la historia. Lo hace en capítulos cortos, que casi se acortan más por el ritmo y facilidad de la prosa. Pero además dota a su protagonista de esa serie de costumbres, ritos o manías que tanto pueden atraer de un personaje. Así hay tres condiciones sine qua non que Winter exige antes de aceptar un caso. A saber:

  • Una suite de hotel. Nada de habitaciones. Si hay que trabajar y pensar para cazar a monstruos, hay que hacerlo lo más cómodamente posible.
  • Indispensable que en la suite haya una buena botella de whisky de malta (de 12 años como mínimo).
  • El caso tiene que ser interesante. Pero una vez que lo resuelve, se olvida y a por otro.

Añadimos que Winter es un gran melómano, toca el piano y su compositor favorito es Mozart.

El caso

Rachel Morris está casada y sabe que su marido le es infiel. Una cita a ciegas, concertada por internet, con un desconocido que la ha hecho olvidarse de su monotonía la lleva a quedar con él una noche. Pero se encuentra con el lobo con piel de cordero. De una ilusión pasará a la peor pesadilla de su vida al convertirse en la Número Cinco.

Winter y Mark Hatcher, el inspector de Scotland Yard, irán investigando los casos de las víctimas anteriores, todas ellas viviendo muertas tras la lobotomía practicada. Y todas ellas con maridos o parejas que también les eran infieles. Se les unirá una bella y muy inteligente agente, Sophia Templeton, que formará pareja con Winter. Durante toda la novela se mantiene la previsible tensión sexual entre ambos y sus diálogos son de lo mejor del libro.

Yo no dije nada. El silencio siempre es la mejor opción cuando una mujer dice que quiere hablar contigo.

Solo con unos pocos datos la intuición de Winter empezará a funcionar. El problema será que sus razonamientos no parecen dar muchos frutos. Quizás esa manera de razonar, con excesiva autoconfianza y superioridad, pueda llevar al lector a considerar a Winter un listillo demasiado arrogante. Pero también puede ser que nos caiga bien inmediatamente. Además, sabe ganarse a cualquiera que quiera echarle una mano y poner en su sitio a los más arrogantes que él.

Pero el gran equilibrio de esta novela es cómo Carol intercala la narración propia de Winter con la de tercera persona cuando cuenta el cautiverio y torturas de Rachel Morris. El conjunto mantiene el horror y la expectación hasta el clímax final, emocionante y bien resuelto. No importa que todo nos pueda sonar un poco. Repito que los muy aficionados al género negro ya hemos podido leer casi todo de ese todo. La cuestión es que encontremos, o sigamos descubriendo, voces o maneras nuevas.

Por qué leerla

Porque dura un suspiro, con una trama bien construida y estructurada. Porque Winter es el más listo y molón de la clase. Pero cae bien. Piensa rápido, tiene encanto y sabe llevar el peso emocional que carga.

Este es el primer título de la serie que ya consta de seis novelas. Esperemos que sigan llegando por aquí.


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