17 frases de personajes literarios femeninos inolvidables para este Día de la Mujer.

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Hay previstas huelgas, reinvindicaciones, deseos, esperanzas y luchas, que en realidad son diarias. Yo desde aquí me sumo humildemente para recordar y rescatar algunas de las frases de 17 personajes femeninos literarios que son inolvidables. Escritos por mujeres y por hombres. Descritos con toda suerte de matices, aristas, superficialidades y profundidades.

En verso, en prosa. Con sus dramas, sus alegrías, sus anhelos, sus pasiones y locuras, su templanza, sus amores y sus odios, sus rebeldías y sus sumisiones. En definitiva, con su naturaleza humana que, sin embargo, sí compartimos mujeres y hombres, aunque no sea siempre en igualdad de condiciones. Yo me quedo con posiblemente la más recordada de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, y con la furia de Lady Macbeth.

– «Puede que haya hombres grandes como casas y hechos de granito, pero siempre llevan las bolas en el mismo sitio». Lisbeth Salander. Stieg Larsson

– «Mis grandes sufrimientos en este mundo han sido los sufrimientos de Heathcliff, los he visto y sentido cada uno desde el principio. El gran pensamiento de mi vida es él. Si todo pereciera y él se salvara, yo seguiría existiendo, y si todo quedara y él desapareciera, el mundo me sería del todo extraño, no me parecería que soy parte de él. Mi amor por Linton es como el follaje de los bosques: el tiempo lo cambiará, yo ya sé que el invierno muda los árboles. Mi amor por Heathcliff se parece a las eternas rocas profundas, es fuente de escaso placer visible, pero necesario. Nelly, yo soy Heathcliff, él está siempre, siempre en mi mente. No siempre como una cosa agradable, por supuesto, no siempre me agrado a mi misma. Así pues, no hables de separación de nuevo, porque es imposible». Catherine Earnshaw. Emily Brontë

– «Siempre la resignación y la aceptación. Siempre la prudencia, el honor y el deber. Elinor, ¿y tu corazón?». Marianne Dashwood. Jane Austen

– «Sólo estoy dispuesta a actuar de la manera más acorde, en mi opinión, con mi futura felicidad, sin tener en cuenta lo que usted o cualquier otra persona igualmente ajena a mí, piense». Elizabeth Bennet. Jane Austen

– «Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte». Celestina. Fernando de Rojas.

– «¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, aún con cualquier otro nombre, mantendría el perfume; igual que Romeo. Aunque Romeo nunca se llamase, conservaría la misma perfección que tiene sin ese título». Julieta. William Shakespeare.

– «Nunca nada es lo que aparenta ser». Señorita Jane Marple. Agatha Christie.

– «-He oído decir que las mujeres aman a los hombres hasta por sus vicios -empezó de repente-, pero yo odio a mi marido por su bondad». Anna Karenina. León Tolstoi.

– «Está ronco el cuervo
que anuncia con graznidos la fatal llegada de Duncan
a mi castillo. ¡Espíritus, venid! ¡Venid a mí,
puesto que presidís los pensamientos de una muerte!
¡Arrancadme mi sexo y llenadme del todo, de pies a la
cabeza, con la más espantosa crueldad! ¡Que se adense mi sangre,
que se bloqueen todas las puertas al remordimiento!
¡Que no vengan a mí contritos sentimientos naturales
a perturbar mi propósito cruel, o a poner tregua
a su realización! ¡Venid hasta mis pechos de mujer
y transformad mi leche en hiel, espíritus de muerte
que por doquiera estáis -esencias invisibles- al acecho
de que Naturaleza se destruya! ¡Ven noche espesa, ven,
y ponte el humo lóbrego de los infiernos
para que mi ávido cuchillo no vea sus heridas,
ni por el manto de tinieblas pueda el cielo asomarse
gritando «¡basta, basta!». Lady Macbeth. William Shakespeare.

– «Sabemos lo que somos; pero no lo que podemos ser». Ofelia. William Shakespeare.

– «No sé: desde que le vi,
Brígida mía, y su nombre
me dijiste, tengo a ese hombre
Siempre delante de mí.
Por doquiera me distraigo
con su agradable recuerdo,
y si un instante le pierdo,
en su recuerdo recaigo.
No sé qué fascinación
en mis sentidos ejerce,
que siempre hacia él se me
tuerce la mente y el corazón:
y aquí y en el oratorio,
y en todas partes, advierto
que el pensamiento divierto
con la imagen de Tenorio». Doña Inés. José Zorrilla

– «Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles». Bernarda Alba. Federico García Lorca

– «Tengo otros deberes que no son menos sagrados… Mis deberes para conmigo misma». Nora. Henrik Ibsen

– «Me siento miserable, pero si me ves presentable, muero feliz». Josephine March. Louise May Alcott.

– «Hubo un tiempo en que el amor era ciego. Y el mundo era una canción. Y la canción estaba llena de emoción. Hubo un tiempo. Luego todo fue mal. Soñé un sueño tiempo atrás, cuando la esperanza era alta y la vida valía la pena vivir. Soñé que el amor nunca moriría. Soñé que Dios sería misericordioso. Yo era entonces joven y no tenía miedo. Y los sueños se hacían y se usaban y se gastaban. No había rescates que pagar. Ninguna canción sin cantar, ningún vino sin probar. Tuve un sueño en el que mi vida sería tan diferente de este infierno que estoy viviendo. Tan diferente ahora de lo que parecía. Ahora la vida ha matado el sueño que soñé». Fantine. Victor Hugo.

– «¿Crees que porque soy pobre, poco conocida, poco atractiva y pequeña, no tengo alma y no tengo corazón?. ¡Piensas mal! ¡Tengo tanta alma como tú, y llena de puro corazón! Y si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y mucha riqueza, habría sido tan difícil para ti dejarme como lo es ahora para mí el dejarte. No estoy hablando contigo ahora por medio de la costumbre, convencionalismos, ni siquiera de la carne mortal: es mi espíritu que se ocupa de tu espíritu, como si ambos hubieran pasado por la tumba y se situaran a los pies de Dios, iguales como somos!». Jane Eyre. Charlotte Brontë.


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