Enid Blyton. Reediciones con ¿polémica?

Los cinco

Los Cinco

Este artículo no es de rabiosa actualidad porque ya llevan un tiempo en las librerías las reediciones de los clásicos de Enid Blyton. Primero fueron las compilaciones originales en dos tomos sobre los internados más famosos de la infancia de muchas niñas como yo: Torres de Malory y Santa Clara. Luego las nuevas ediciones de dichas colecciones y también ya las de Los Cinco.

Yo conservo unos cuatro o cinco libros de Los Cinco, uno de ellos ese de la foto, y tuve la suerte de que hace unos años me regalaran esos dos tomos que he mencionado. Los devoré en un verano, cumplidos ya de largo los cuarenta. En su momento se habló de las adaptaciones de sus textos a los nuevos tiempos políticamente correctos de ahora. Los primeros en hacerlas fueron los británicos, claro. Pero fue hace poco cuando leí este artículo. Y en fin…

Procuro preocuparme lo justo y mínimo (cuestión de principios y de cierta urticaria que sufro) cuando veo los términos «corrección» y «política» en una misma frase. Si, además, la corrección es lingüística, tipo «soluciones habitacionales», la urticaria me deriva a alergias de distinto grado. Así que voy con cuidado ante cualquier clase de pirueta o maquillaje lingüístico que me encuentro.

Leí a Blyton -o los tebeos de Tintín (que a este también le cayó lo suyo hace un tiempo)- cuando ni éramos tan correctos ni el lenguaje era un instrumento político como ahora. La leí siendo una niña de los setenta y ochenta, de un pueblo manchego y de colegio de monjas. Y en La Mancha somos gente llana, como el terruño.

El cuarto libro de la serie de Santa Clara

El cuarto libro de la serie de Santa Clara

De modo que con nueve, diez u once años, lógicamente uno lee sin más planteamiento que pasar (o no) un buen rato con esa lectura. Y yo pasé los mejores momentos con los pasteles de jengibre, las excursiones nocturnas, los partidos de lacrosse y los mil y un líos, travesuras y jugarretas que se hacían las inglesitas de Santa Clara y Torres de Malory. Y me escondí en todas las cuevas e investigué todos los misterios de Kirrin acompañando a Jorge, sus primos y su perro Tim en sus aventuras.

Añadiré que me divertía lo mismo con Guillermo Brown, de Richmal Crompton, otra británica contemporánea de Blyton. Heredé un libro suyo que era de mi padre y me fascinó. Más tarde me regalaron más. Me imagino que ahora Guillermo Brown es el niño más políticamente incorrecto que puede haber.

En fin, el caso es que una se hace mayor, sigue leyendo y se entera de que en los libros de Blyton abundan la misoginia o el racismo. Aparte, su calidad literaria era dudosa y por eso estaba considerada como escritora de segunda. También había nacido en el siglo XIX en la Gran Bretaña de imperio y colonias aquí y allá. Murió en la década de los 60 del XX, muy lejos de la mentalidad y nueva visión de conceptos actuales.

O sea que, una vez más, sigue el eterno debate aplicado a cualquier escritor con, digamos, alguna mancha en su expediente. ¿Influyó ese estilo y manera de contar historias en las mentes infantiles y juveniles que la leímos entonces? Solamente puedo responder por mí misma: ni idea. ¿Pudo hacerlo inconscientemente? Tal vez, pero me parece que no ya como lectores, sino como personas, somos producto de lo que leemos, vivimos y observamos aparte de nuestra educación y entorno.

Algunos de mis libros de la infancia

Algunos de mis libros de mi infancia y preadolescencia

Leo también que los libros de Blyton se siguen vendiendo bien, porque su universo y diseño tienen orden. Su estructura es clásica y su esencia no ha cambiado, aunque se le haya hecho lo que unos llaman «adaptación», otros «poda» y otros «censura». Yo simplemente me hago estas preguntas:

¿Que me divertí con sus historias? Sin duda. ¿Que pude mejorar mi lectura? También. ¿Que tuve algún problema de conceptos mal entendidos o interpretados? Pues no. ¿Que advertí hace poco esas debilidades tanto literarias como personales de esta escritora? Tampoco.

Leí los cuentos de Calleja, de Andersen o de los de los hermanos Grimm, que con censura son igual de espeluznantes. Un ejemplo muy ilustrativo: mi madre, maestra de primaria, a la hora de comer nos ponía en el radiocasete esas maravillosas cintas de cuentos dramatizados que había. Uno de ellos era Barba Azul, de Perrault. La dramatización era fantástica, con unos actores magníficos y una música aterradora. Hoy daría lo que fuera por volver a encontrarla por ahí.

Pero no soy menos o más miedosa por ello. Tampoco creo que, a estas alturas de mi película, me convierta en una psicópata o en una detective alcohólica (inspector Hole, siempre suya…) por que me apasione el género negro. De manera que acabo con una simpleza: el contexto en que hay que poner todo. La vida ya es suficientemente explícita en lenguaje, hechos e imágenes. Lo que importa es leer, lo que sea y como sea, pero leer.


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  1.   Dita Delapluma. dijo

    Yo también leí Los cinco y Santa Clara, y es cierto que leídos hoy día, pueden rechinar en uno u otro aspecto, igual que hoy día nos horroriza que se hicieran historietas de un cazador de fieras acompañado de un negro con problemas de dicción (hablo de Eustaquio Morcillón), o que el Capitán Trueno matase moros, o que en Tom Sawyer salieran negros como esclavos. ¿Y qué? La historia no se puede cambiar, y una novela buena, o entretenida, no va a dejar de serlo sólo porque, horror de los horrores, refleje la realidad social de la época en que fue escrita. Para mí, no se deberían tocar. Si yo como tía veo que algo de lo que leen mis sobrinas necesita supervisión, ahí estoy yo para decirles «Prima, Secunda, Tertia… aunque veas que en este cómic/esta novela/esta película hacen tal cosa, a vosotras no se os ocurra hacerlo por esto, por esto y por aquéllo». Y listos.

    (Y no me reí yo poco con Guillermo el malo… jibó qué niño, un huracán del Caribe a su lado, sería una brisita veraniega).

  2.   Agus dijo

    Todavía recuerdo «los emparedados» que llevaban para merendar LOS CINCO. Cuánta hermosura apetecible imaginé, con mi mente española, en esos emparedados…

    1.    Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

      Esos emparedados estaban riquísimos. Madre mía, es verdad. Emparedados. Todavía los traductores no habían metido el «sándwich».

  3.   RICARDO dijo

    DE ACUERDO CON DITA CIEN POR CIEN

  4.   Alazne dijo

    de acuerdo totalmente, yo también era fan de Los Cinco, también debanadora a Julio Verne. A mi me «alucinaba» ese lenguaje tan «sofisticado».

  5.   Christian Perez dijo

    Me has recordado una muy buena época de mi infancia, ahora tengo 35.
    Eran libros que tenía mi tía que me saca 10 años.
    Una pregunta ¿te suena unas novelas de este estilo que eran de una chica con antifaz y capa corta? Lo tengo en mi mente, y las pocas búsquedas que hago, me aparece de todo menos eso.
    Gracias.

    1.    Cybernary dijo

      Fantomette si no me equivoco 😛

  6.   Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

    Gracias, João. Efectivamente, muy interesante el artículo.

  7.   nuria dijo

    Totalmente de acuerdo, Mariola. Yo sólo recuerdo una cosa de cuando leía a los Cinco, y sobre todo a mis amados Hollister de Andrew E. Svenson: que disfrutaba como una enana y que aquellas páginas me han abierto mil puertas a mis lecturas de adulta al mismo tiempo que fueron creando los cimientos.
    Cómo me ha gustado tu entrada, me ha puesto muy nostálgica. Gracias.

    1.    Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

      Gracias a ti. Encantada de poneros nostálgicos, lisérgicos, energéticos o místicos. ¿Qué te voy a decir que no sepas ya?

  8.   M. Rubio dijo

    Desde que era un niño me he leído estos libros que comenta la autora, gracias a que mi hermana mayor los devoraba y me animaba a leerlos. He tenido en mis manos a Santa Clara, Malory, los Cinco y Puck.

    Lenguaje sexista en Los Cinco? Ana era bastante «femenina» en el sentido clásico y tal vez apocada, pero Jorgina (Jorge, perdón) era todo lo contrario, y sus primos lo respetaban y apreciaban su «rareza». Sus padres eran cortos de miras con la actitud vital de Jorge, pero quedaban retratados como tales. De hecho, la gazmoñería de Ana no estaba exactamente bien vista, se la animaba continuamente a ser más valiente y lanzada.

    También comentar que he releído Malory; te puedes fumar cada libro en menos de una hora, la verdad es que son cortitos. Puedo decir que no he detectado ni una sola frase chirriante. Se anima a las chicas a ser inteligentes, lanzadas y seguras de sí mismas, alejadas de un modelo tradicional.

    A veces tengo la sensación de que nos la cogemos con papel de fumar.

    1.    Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

      Estupendo análisis el que haces. Y no es que tengamos la sensación, es que nos la cogemos con papel de fumar desde hace mucho tiempo.

  9.   Ruth Dutruel dijo

    No solo leyendo los llamados clásicos formamos nuestro criterio literario.

  10.   Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

    Estoy emocionada tanto por tu amabilidad como por la del lector siguiente que también me pone el enlace. Emocionada no sabéis hasta qué punto. Os agradezco de corazón que me hayáis devuelto un trozo de mi infancia que significa mucho para mí. No he podido empezar mejor el día. Y desde aquí invitaros a lo que haga falta por este detallazo. Gracias, gracias, gracias.
    Este era mi terrible Barba Azul.
    Me pondré a ver si localizo más.

  11.   Mariola Díaz-Cano Arévalo dijo

    Luis, muchísimas gracias de verdad. Me remito a la respuesta que le he dado a Daniel anteriormente. Estoy muy emocionada y ya me lo he escuchado dos veces. Impagable este viaje en el tiempo…