Suave es la noche… 196 años del fallecimiento de John Keats

John Keats (Londres, 1795 – Roma, 1821)

John Keats es uno de los poetas más importantes del Romanticismo inglés del siglo XIX, pero también de ese periodo en todo el mundo. Hoy se cumplen 196 años de su fallecimiento en Roma. Tenía 25 años y, como buen poeta romántico y alma muy frágil, enfermó y murió de tuberculosis, como antes su hermano y su madre.

Como a otros tantos poetas y escritores británicos lo leí en la carrera y, aunque la poesía no es lo mío, sí lo es la sensibilidad. Y los versos de Keats son inmensamente hermosos, de lenguaje exuberante e imaginativo y también dominado por la melancolía. O sea, un perfecto reflejo de la que contuvo su espíritu. Del mismo círculo literario de la época, él, Percy Bysshe Shelley y Lord Byron son posiblemente la Santísima Trinidad de los grandes poetas románticos británicos. 

Algo de su biografía

John Keats nació a las afueras de Londres y, muy joven, quedó huérfano de padre. Su madre volvió a casarse, pero no le fue bien y abandonó a su marido. Se trasladaron a vivir en casa de la abuela de Keats en Enfield. Cuando su madre murió, la abuela nombró a dos tutores que se hicieron cargo de los huérfanos. Estos sacaron a Keats de su escuela y lo convirtieron en aprendiz de cirujano. Pero él se dedicó cada vez más a la literatura. Se graduó en Farmacia, pero solo ejerció dos años antes de entregarse de pleno a la poesía.

La mayor influencia que tuvo fue la obra del poeta del siglo XIX Edmund Spenser, quien le inspiró su primer poema: A imitación de Spenser. Enseguida entró en el selecto círculo de los más destacados poetas de su época, como Shelley y  Lord Byron.

En 1817 publicó su primer poemario titulado simplemente Poemas, que no tuvo buena acogida. Le ocurrió lo mismo con Endymion, su poema más épico. En medio perdió a otro hermano, lo que le afectó mucho. Decidió mudarse a Londres, a casa de un amigo con quien había viajado por Escocia e Irlanda. Pero él ya también había mostrado ya los síntomas de la enfermedad.

Y fue entonces cuando conoció a Fanny Brawne, de quien se enamoró perdidamente. Fue quien le inspiró la mayoría de sus poemas, sobre todo su famosa serie de odas. Cuando su salud empeoró, decidió buscar un clima que pudiese mejorarlo y embarcó hacia Nápoles. Pero moría unos meses más tarde en Roma. En su tumba está este hermoso epitafio: «Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua».

De su obra

Es el más joven de los grandes románticos británicos, pero también uno de los líricos más importantes en lengua inglesa. Cierto que no tuvo el reconocimiento que mereció en vida, pero sí lo consiguió después. Y así su obra es considerada de enorme pureza expresiva. Buscaba alcanzar la belleza absoluta y sin duda muchos de sus versos la tienen. Como ese de Suave es la noche, incluido en su oda más conocida, Oda a un ruiseñor.

Pero también son famosos los poemas como La bella dama sin piedad, La caída de Hiperión o Sobre el mar. Yo personalmente siempre me he quedado con este ¡Ten compasión, piedad, amor! Pero descubrid los demás. En fin, qué mejor colofón para este romántico mes de febrero que se está acabando.

¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
amor de un solo pensamiento, que no divagas,
que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!
Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos
ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
no retengas un átomo de un átomo o me muero,
o si sigo viviendo, solo tu esclavo despreciable,
¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!


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